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domingo, 28 de marzo de 2010

Confiar en la Divina Providencia.


Ya nos ha dicho el Señor en el Evangelio que nos preocupemos primero por el Reino de Dios y su justicia, y que todo lo demás se nos dará por añadidura.

Entonces pongamos en primer lugar nuestra santificación, nuestro apostolado, porque lo que más importa en este mundo es la salvación de las almas, en primer lugar la salvación de nuestra propia alma. Eso es justamente buscar el Reino de Dios, buscar la santidad del alma y la salvación de los hermanos.

El Sagrado Corazón de Jesús quiere hacer un pacto con nosotros y nos dice: “Ocúpate de Mí y de mis cosas, que yo me ocuparé de ti y de las tuyas”. Y esto es una gran verdad y solo tenemos que ponerla en práctica para ver los admirables resultados y cómo todos nuestros asuntos se van solucionando de la mejor manera posible, de la manera que Jesús quiere y que siempre es la mejor.

Y cuáles son las cosas de Jesús. Las cosas de Jesús son la salvación de las almas, la gloria de Dios, y el Reino de Dios en la tierra. De estas tres cosas tenemos que ocuparnos cada vez más nosotros y Jesús se ocupará de nuestras cosas, también de lo material, pues Él bien sabe que las necesitamos mientras estamos en este mundo.

No busquemos con inquietud los bienes materiales, porque esto hace que perdamos de vista el Cielo y nos atemos a la tierra. Busquemos más bien los bienes celestiales y cómo agradar a Dios, y entonces el Señor nos dará todo lo necesario para vivir, y vivir holgadamente.

Pero aquí hace falta confianza, y es en lo que el Señor quiere que nos ejercitemos, porque Él mismo ha prometido que el que más confíe, tanto más alcanzará de Él.

No seamos interesados y trabajemos por amor a Dios, pero sepamos que el Señor no se deja vencer en generosidad y que nos dará lo necesario y mucho más para nuestro diario vivir y al final del camino iremos a gozar de Él para siempre en el Cielo.

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