
Solo los puros de corazón pueden ver y entender a Dios. Por eso el demonio hace todo lo posible por inundar el mundo de impureza y lujuria, trata de manchar las almas para que no entiendan las verdades de la fe.
Ya lo dice el Señor que son bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios.
Si queremos entender bien la Palabra de Dios, debemos ser puros de mente, alma y cuerpo, evitando todos los pecados de impureza, dejando de mirar televisión y películas en donde se nos muestra la procacidad y la impureza.
Ya nos dice el Señor que el mal entra por los ojos, cuando habla de que la luz del cuerpo son los ojos, si los ojos están puros, todo el cuerpo estará en la luz, pero si nuestros ojos están en la oscuridad, todo nuestro ser estará en tinieblas.
El demonio sabe esto y por eso con la copa de la lujuria ha seducido a todas las naciones. Él lo que quiere es inducirnos a la impureza, porque sabe que con ese primer pecado carnal, nos lleva después muy fácilmente a todos los demás pecados. También a Jesús lo tentó con la carne, cuando le sugirió convertir las piedras en panes, es decir, lo tentó con la materia, con el sentido.
Ya la Virgen en Fátima ha dicho que los pecados de la carne son los pecados que más almas arrojan en el Infierno, y que esto ya nos baste para estar alejados de estos pecados.
No tengamos miedo, porque si caemos tenemos la confesión que nos vuelve a dar el candor de antes. Lo que sí debemos hacer es nunca quedarnos en el lodo, sino levantarnos con una sincera confesión y luchar con estas tentaciones, porque nos jugamos la vida eterna, la vida de nuestra alma, es decir, Cielo o Infierno para siempre.
Pero hay un secreto para ser fuertes ante estas tentaciones de la carne, y es el acudir a la Virgen María, que Ella nos proteja. María es la Virgen Pura que siempre tuvo al demonio bajo su pie virginal, y nos ayuda en este combate.
No descuidemos estas cosas ni despreciemos las cosas pequeñas, porque si caemos en los pecados leves, poco a poco caeremos en los pecados grandes o graves, ya que el que desprecia lo pequeño, poco a poco se precipitará. Así que atención, vigilancia y oración, y sobre todo, escapar de las ocasiones peligrosas, porque quien ama el peligro, perecerá en él. En las tentaciones de la carne, la valentía está en huir, no en enfrentarlas.
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